

Camila y las arañas

Camila no soporta las arañas. No puede pensarlas sin que se le erice la piel y se cambia de habitación si sospecha que puede haber una escondida en algún rincón. Muchas veces ha sido objeto de burlas por parte de sus familiares y amigos, pero ella sabe que el temor que le infunden las minúsculas patitas que tienen y lo rápido que se desplazan, va mucho más allá de un simple capricho.
A sus cortos 21 años, no puede recordar el momento exacto en que empezó a desarrollar esta fobia, pero sabe que, si aparece una araña, se le paraliza el cuerpo, se le acelera el corazón y se le revuelve el estómago. En esas circunstancias solo puede gritar y huir, como quien huye de un león hambriento, porque para ella, la amenaza es la misma.